Poco sé de bares,
mucho menos sé de copas,
nada sé yo de mujeres,
y algo menos que nada
sé de vos.
Pero sí, de algo estoy seguro,
te juro, Natalia,
la canción que te escribí la otra noche
no habla de amor.
Algo sé de rubias,
de infortunios y desgracias.
Mucho sé del fracaso
y mucho más que mucho
sé yo del desamor.
Cómo despistar al recuerdo
de tu sombra entre mis sábanas
si tu cuerpo por mi cama
nunca pasó.
De la boca para adentro
sé que soy un tipo complicado,
más de la boca para afuera
la complico peor en realidad
y aunque como vos bien dijiste,
los carnavales terminaron,
te confieso, Natalia,
sigo con el mismo disfraz.
Así, busca causa y efecto; participa de mi brillante recuerdo y de mi absoluta sinceridad y llega a la conclusión que quieras. Construye montañas de elipses y bastiones de lógica de interpretaciones de la verdad que te he dado. Y si he ganado tu credibilidad retratándome abiertamente, con fragilidades incluidas, créeme si te digo lo siguiente: he alcanzado puntos de poder y de lucidez que no pueden medirse por ningún parámetro lógico, místico o humano. Tal era la santidad de mi locura.
Poco sé de bares.
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