Mi madre mi advirtió que no me casara con Hailey. También mi dijo, cuando yo tenía cinco años, que contraería una enfermedad venérea incurable de las tazas del váter de los baños públicos, y que los gases que emitían los autobuses ennegrecerían mis pulmones si no aguantaba la respiración cuando pasaban junto a mí, y que la comida rápida normalmente estaba echa de carne de rata. Así que, para cuando cumplí los veintiséis, que era la edad que tenía cuando le dije que me iba a casar con Hailey, había entre nosotros ciertos problemas de credibilidad.
Así, busca causa y efecto; participa de mi brillante recuerdo y de mi absoluta sinceridad y llega a la conclusión que quieras. Construye montañas de elipses y bastiones de lógica de interpretaciones de la verdad que te he dado. Y si he ganado tu credibilidad retratándome abiertamente, con fragilidades incluidas, créeme si te digo lo siguiente: he alcanzado puntos de poder y de lucidez que no pueden medirse por ningún parámetro lógico, místico o humano. Tal era la santidad de mi locura.
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